El
clamor por una política de inversión, crecimiento y empleo parece haber llegado
hasta Ángela Merkel por fin. Ya antes del triunfo de Hollande, se declaró a
favor de una “Agenda del Crecimiento”, con un papel mayor del BEI (Banco
Europeo de Inversiones).
Pero
es la victoria de Hollande la que puede hacer que esto no quede en simples
buenos deseos, o en jaculatorias para ocultar la política suicida (Krugman
dixit) del “todo austeridad”.
Dada
su importancia, debería analizarse con cuidado lo que significa la nueva
situación francesa. Antes que nada, la posible implosión del principal partido
de la derecha francesa, la UMP. La deriva de Sarkosy –creciente entre las dos
vueltas- hacia las posiciones de la extrema derecha puede tener consecuencias
gravísimas. En primer lugar parece haber contribuido a la banalización – a la
“desdiabolización”- del FN de Marine Le Pen, que incluso parece dispuesta a
cambiarle el nombre al partido para hacerlo aún más “aceptable”. Este partido
ha sido impulsado por un voto de protesta más fuerte en zonas rurales y
periurbanas, que en zonas urbanas (por ejemplo, su voto en París está muy por
debajo de la media). Aunque algo suavizado por la hija de Le Pen, sigue siendo
un partido de posiciones xenófobas y racistas. Lo malo, es que de cara a las
legislativas, algunos del partido de Sarkozy pueden extremar sus posiciones
favorables al pacto con ese partido y otros todo lo contrario. Y lo peor es que
la fuerza del FN en las presidenciales (17,90% de voto) podría permitir, si se
repitieran los resultados, la presencia masiva de candidatos de ese partido en
la segunda vuelta (hasta en 359 circunscripciones). Si esto condujera a
triangulares (derecha, izquierda y extrema derecha) la mayor parte de esas
circunscripciones (47 sobre 79 en 2007) serían probablemente para la izquierda,
lo que podría reforzar la tendencia a la ruptura interna de la derecha.
No
hay que olvidar, sin embargo, que hay un poso de protesta socioeconómica (el FN
fue la primera fuerza en el voto de obraros no cualificados) al que hay que dar
respuesta, si se quiere reducir la fuerza populista de ese partido. Es decir,
no se trata sólo de extremismo racista y xenófobo, entenderlo así sería un
error.
Otro
factor de importancia a considerar es el encaje de otras posiciones de
izquierda junto al ganador PS. Y muy preferentemente el Frente de Izquierda de
Jean Luc Melenchon. Algunos acuerdos previos para la primera vuelta (con apoyo
a candidatos comunes en algunas circunscripciones) podrían facilitar los
tradicionales desistimientos a favor del candidato más votado en el resto de
circunscripciones para la segunda vuelta.
Todo
esto no es sólo política interna de Francia; es junto a la fragmentación
parlamentaria resultante de las elecciones griegas, a las elecciones
anticipadas en Holanda y a las elecciones generales alemanas de 2013, política
europea. Y quizás una primera respuesta al gran debate: ¿se puede confrontar a
los mercados con una posición europea conjunta?, ¿se puede forzar una política
de suavización de la austeridad e impulso del crecimiento a escala europea?, ¿o
es ya demasiado tarde y la suma de la inflexibilidad de Merkel y el chantaje de
los mercados harán inviable cualquier cambio digno de tal nombre? La respuesta
no es una cuestión teórica: afecta como mínimo a cientos de millones de
europeos.
Publicado en El Siglo