Alberto Mendoza
Los españoles están
acostumbrados a ver las mismas caras al frente de instituciones, partidos,
empresas y bancos a lo largo de las últimas décadas. La percepción de
estancamiento o falta de renovación parece haberse acentuado con la dura y
prolongada crisis económica, los problemas que afronta la nueva generación de
emprendedores, así como con el surgimiento de nuevos movimientos de protesta
como el 15-M. En lo más alto, figuras como el Rey, Emilio Botín, Francisco González, Mariano Rajoy o Alfredo Pérez
Rubalcaba ocupan la actualidad informativa desde
hace lustros, pero la movilidad social tampoco funciona adecuadamente en
los cuerpos de la Administración, la empresa privada o en el mundo de la
cultura.
Un rápido repaso a la
élite política y económica muestra que los nombres más representativos están
próximos a la jubilación y llevan años ocupando puestos clave de
responsabilidad. Botín llegó a la presidencia del Santander en 1986, pero antes
ya era director general; González, presidente de BBVA, era presidente de
Argentaria en 1996; en 1982, Isidro Fainé ejercía como subdirector general de La Caixa; Rubalcaba era secretario de
Estado en 1982 y Rajoy, presidente de la Diputación de
Pontevedra en 1983.
La crisis de
credibilidad ha afectado ya de lleno a la Corona, después de que su papel
durante la Transición frenara cualquier aproximación crítica al Rey. Don Juan
Carlos ha tenido que pedir perdón, en un gesto sin precedentes, por su
viaje a cazar elefantes a Botsuana, mientras en el seno de su familia afronta
divisiones personales, así como la investigación judicial por la presunta
corrupción de su yerno, Iñaki Urdangarín. Esta acumulación de
reveses, junto con su mala salud, han hecho surgir también especulaciones
en torno a su posible abdicación, tras 37 años en el trono. La respuesta,
para el escritor y periodista Guillem Martínez, autor del
ensayo CT o La Cultura de la Transición, hay que buscarla en la
decadencia de ese modelo: “El Rey ha perdido la protección cultural de la que
disponía. Ahora todos sus movimientos están expuestos”.
Los más ricos
Un vistazo a la lista
de los más ricos de España también revela la pervivencia de nombres ya clásicos
como Florentino Pérez, Alberto Alcocer, Alberto Cortina, Alicia Koplowitz o Juan Abelló, aunque en los últimos años
ha destacado la irrupción de figuras como Amancio Ortega,Isaak Andic o Juan Roig. En el panorama de
los medios, Juan Luis Cebrián es el referente de Prisa desde 1988, pero antes dirigió El Paísdesde su fundación en 1976. José Manuel Lara sucedió a su padre en 2003 al frente de Planeta, y Pedro J. Ramírez, hoy al frente de El Mundo, era director de Diario 16 en 1980.
Otro buen ejemplo de
la previsibilidad española es la evolución del IBEX 35 desde su creación. Quince de las treintaicinco empresas que estaban el 31 de diciembre de 1991 se mantenían en enero de 2011. Además, según los datos recogidos en el
estudio Rentabilidad y creación de valor del
IBEX 35, de los profesores de IESE Pablo Fernández, Javier Aguirreamalloa yLuis Corres, cinco compañías
clásicas (Telefónica, Santander, BBVA, Iberdrola y Repsol) constituyen el
65,49% del valor total. Y de las nuevas, solo Inditex supone un peso destacable
en el conjunto.
"En la
administración pública existe una nobleza de Estado"
Pero en ámbitos más
anónimos, el inmovilismo parece también arraigado en la sociedad española. En
la administración pública se ha detectado “la existencia de una nobleza de
Estado”, que supone que “el 20% de los nuevos
miembros de estos cuerpos cuentan con un pariente cercano en alguno de los altos cuerpos de la administración”. Así se sostiene en el
estudio Altos Funcionarios, ¿Una nobleza de
Estado?, elaborado porManuel Bagüés (Universidad Carlos
III) y Berta Esteve-Volart (York University), dentro de la monografía publicada por Fedea Talento, esfuerzo y movilidad social.
“Hallamos evidencias
consistentes sobre la existencia de nepotismo: en dos de las tres
oposiciones para las que disponemos de información sobre la puntuación en
pruebas de tipo test, los parientes obtienen en los ejercicios orales
resultados mejores de lo que cabría esperar con arreglo a su puntuación en las
pruebas de tipo test”, señala la investigación, aunque deja la puerta abierta a
que la causa sea que los parientes sean mejores en los ejercicios orales que
las pruebas tipo test.
En conjunto, España no
es precisamente un modelo de movilidad social, es decir que existen menos
probabilidades que en otros países de que un niño pobre acabe siendo un adulto
rico. Como sostiene José V. Rodríguez Mora (University of Edinburgh y Pompeu Fabra) en la citada monografía de Fedea, “la movilidad intergeneracional es una señal del grado de salud de una
sociedad. Señala la calidad de asignación de recursos. Cuanto menor es el grado de
movilidad, más probable es que la asignación de talento en la sociedad sea
ineficiente”.
De acuerdo con la
OCDE, nuestro país está muy por detrás de Dinamarca, Austria, Noruega,
Finlandia, Canadá, Suecia o Alemania, pero, sorprendentemente o no, España
puntúa mejor que Francia, Estados Unidos o Italia. Sin embargo, este organismo
recuerda que la educación y entorno socioeconómico de los padres sigue teniendo
en España una influencia decisiva para el futuro salario de sus hijos, así como
la propia educación de los niños, principal
canal de ascensión social en nuestra sociedad.
Cambio de patrón
cultural
El mundo de la cultura
también parece resistirse a los cambios, y no solo porque Paquito Chocolatero sea una de las canciones que más
derechos de autor genera cada año a la SGAE. Para Guillem Martínez, España está
viviendo un cambio cultural que acaba con la Cultura de la Transición. A su
juicio, durante ese periodo histórico se lleva a cabo la “desproblematización”
de la cultura, generando un entorno de cohesión y unión en torno al nuevo
proyecto político. “Sin ese cambio cultural los Pactos de
la Moncloa hubieran sido imposibles”, indica. “La originalidad española es
que el Estado es el creador de marcos, define qué es democracia o qué es
violencia”, prosigue.
Además, recuerda
Martínez, España gasta más en cultura que Francia,
Alemania o Estados Unidos, de modo que es el Estado, desde el Gobierno central
a los ayuntamientos, el que establece cuál debe ser el canon y cuáles los
artistas. Una política de premios y subvencione que choca con los nuevos medios
de consumo de la cultura. Según este analista, la explosión del 15-M ha
supuesto un punto de inflexión para el cambio, ya que “el sistema no fue capaz
de describirlo”.
“Se trató de
tipificarlos como antisistema, radicales, pero acabó por denominarlos
indignados, algo que no quiere decir nada, pero que recoge la incapacidad para
nombrarlos. Es un cambio cultural, y los periodistas comenzaron a usar otros
parámetros culturales para describir esa realidad, que está fuera de los partidos políticos y de las comunidades autónomas”, explica. A su
juicio, en el futuro, si el Estado acaba por perder el monopolio cultural, “los
políticos tendrán que hacer política y los profesionales de la cultura deberán
defender sus puntos de vistas, pero ya no habrá mitos de unidad, sino diversas
culturas en competencia”.
Publicado en El confidencial
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