27 mayo 2012

Del Rey a Botín, ¿por qué en España siempre mandan los mismos?


Alberto Mendoza
Los españoles están acostumbrados a ver las mismas caras al frente de instituciones, partidos, empresas y bancos a lo largo de las últimas décadas. La percepción de estancamiento o falta de renovación parece haberse acentuado con la dura y prolongada crisis económica, los problemas que afronta la nueva generación de emprendedores, así como con el surgimiento de nuevos movimientos de protesta como el 15-M. En lo más alto, figuras como el Rey, Emilio Botín, Francisco González, Mariano Rajoy o Alfredo Pérez Rubalcaba ocupan la actualidad informativa desde hace lustros, pero la movilidad social tampoco funciona adecuadamente en los cuerpos de la Administración, la empresa privada o en el mundo de la cultura.
Un rápido repaso a la élite política y económica muestra que los nombres más representativos están próximos a la jubilación y llevan años ocupando puestos clave de responsabilidad. Botín llegó a la presidencia del Santander en 1986, pero antes ya era director general; González, presidente de BBVA, era presidente de Argentaria en 1996; en 1982, Isidro Fainé ejercía como subdirector general de La Caixa; Rubalcaba era secretario de Estado en 1982 y Rajoy, presidente de la Diputación de Pontevedra en 1983.
La crisis de credibilidad ha afectado ya de lleno a la Corona, después de que su papel durante la Transición frenara cualquier aproximación crítica al Rey. Don Juan Carlos ha tenido que pedir perdón, en un gesto sin precedentes, por su viaje a cazar elefantes a Botsuana, mientras en el seno de su familia afronta divisiones personales, así como la investigación judicial por la presunta corrupción de su yerno, Iñaki Urdangarín. Esta acumulación de reveses, junto con su mala salud, han hecho surgir también especulaciones en torno a su posible abdicación, tras 37 años en el trono. La respuesta, para el escritor y periodista Guillem Martínez, autor del ensayo CT o La Cultura de la Transición, hay que buscarla en la decadencia de ese modelo: “El Rey ha perdido la protección cultural de la que disponía. Ahora todos sus movimientos están expuestos”.
Los más ricos
Un vistazo a la lista de los más ricos de España también revela la pervivencia de nombres ya clásicos como Florentino Pérez, Alberto Alcocer, Alberto Cortina, Alicia Koplowitz o Juan Abelló, aunque en los últimos años ha destacado la irrupción de figuras como Amancio Ortega,Isaak Andic o Juan Roig. En el panorama de los medios, Juan Luis Cebrián es el referente de Prisa desde 1988, pero antes dirigió El Paísdesde su fundación en 1976. José Manuel Lara sucedió a su padre en 2003 al frente de Planeta, y Pedro J. Ramírez, hoy al frente de El Mundo, era director de Diario 16 en 1980.
Otro buen ejemplo de la previsibilidad española es la evolución del IBEX 35 desde su creación. Quince de las treintaicinco empresas que estaban el 31 de diciembre de 1991 se mantenían en enero de 2011. Además, según los datos recogidos en el estudio Rentabilidad y creación de valor del IBEX 35, de los profesores de IESE Pablo Fernández, Javier Aguirreamalloa yLuis Corres, cinco compañías clásicas (Telefónica, Santander, BBVA, Iberdrola y Repsol) constituyen el 65,49% del valor total. Y de las nuevas, solo Inditex supone un peso destacable en el conjunto.
"En la administración pública existe una nobleza de Estado"
Pero en ámbitos más anónimos, el inmovilismo parece también arraigado en la sociedad española. En la administración pública se ha detectado “la existencia de una nobleza de Estado”, que supone que “el 20% de los nuevos miembros de estos cuerpos cuentan con un pariente cercano en alguno de los altos cuerpos de la administración”. Así se sostiene en el estudio Altos Funcionarios, ¿Una nobleza de Estado?, elaborado porManuel Bagüés (Universidad Carlos III) y Berta Esteve-Volart (York University), dentro de la monografía publicada por Fedea Talento, esfuerzo y movilidad social.
“Hallamos evidencias consistentes sobre la existencia de nepotismo: en dos de las tres oposiciones para las que disponemos de información sobre la puntuación en pruebas de tipo test, los parientes obtienen en los ejercicios orales resultados mejores de lo que cabría esperar con arreglo a su puntuación en las pruebas de tipo test”, señala la investigación, aunque deja la puerta abierta a que la causa sea que los parientes sean mejores en los ejercicios orales que las pruebas tipo test.
En conjunto, España no es precisamente un modelo de movilidad social, es decir que existen menos probabilidades que en otros países de que un niño pobre acabe siendo un adulto rico. Como sostiene José V. Rodríguez Mora (University of Edinburgh y Pompeu Fabra) en la citada monografía de Fedea, “la movilidad intergeneracional es una señal del grado de salud de una sociedad. Señala la calidad de asignación de recursos. Cuanto menor es el grado de movilidad, más probable es que la asignación de talento en la sociedad sea ineficiente”.
De acuerdo con la OCDE, nuestro país está muy por detrás de Dinamarca, Austria, Noruega, Finlandia, Canadá, Suecia o Alemania, pero, sorprendentemente o no, España puntúa mejor que Francia, Estados Unidos o Italia. Sin embargo, este organismo recuerda que la educación y entorno socioeconómico de los padres sigue teniendo en España una influencia decisiva para el futuro salario de sus hijos, así como la propia educación de los niños, principal canal de ascensión social en nuestra sociedad.
Cambio de patrón cultural
El mundo de la cultura también parece resistirse a los cambios, y no solo porque Paquito Chocolatero sea una de las canciones que más derechos de autor genera cada año a la SGAE. Para Guillem Martínez, España está viviendo un cambio cultural que acaba con la Cultura de la Transición. A su juicio, durante ese periodo histórico se lleva a cabo la “desproblematización” de la cultura, generando un entorno de cohesión y unión en torno al nuevo proyecto político. “Sin ese cambio cultural los Pactos de la Moncloa hubieran sido imposibles”, indica. “La originalidad española es que el Estado es el creador de marcos, define qué es democracia o qué es violencia”, prosigue.
Además, recuerda Martínez, España gasta más en cultura que Francia, Alemania o Estados Unidos, de modo que es el Estado, desde el Gobierno central a los ayuntamientos, el que establece cuál debe ser el canon y cuáles los artistas. Una política de premios y subvencione que choca con los nuevos medios de consumo de la cultura. Según este analista, la explosión del 15-M ha supuesto un punto de inflexión para el cambio, ya que “el sistema no fue capaz de describirlo”.
“Se trató de tipificarlos como antisistema, radicales, pero acabó por denominarlos indignados, algo que no quiere decir nada, pero que recoge la incapacidad para nombrarlos. Es un cambio cultural, y los periodistas comenzaron a usar otros parámetros culturales para describir esa realidad, que está fuera de los partidos políticos y de las comunidades autónomas”, explica. A su juicio, en el futuro, si el Estado acaba por perder el monopolio cultural, “los políticos tendrán que hacer política y los profesionales de la cultura deberán defender sus puntos de vistas, pero ya no habrá mitos de unidad, sino diversas culturas en competencia”.
Publicado en El confidencial

21 mayo 2012

Hollande: ¿un tiempo nuevo?

Juan Antonio Barrio de Penagos

El clamor por una política de inversión, crecimiento y empleo parece haber llegado hasta Ángela Merkel por fin. Ya antes del triunfo de Hollande, se declaró a favor de una “Agenda del Crecimiento”, con un papel mayor del BEI (Banco Europeo de Inversiones).

Pero es la victoria de Hollande la que puede hacer que esto no quede en simples buenos deseos, o en jaculatorias para ocultar la política suicida (Krugman dixit) del “todo austeridad”.

Dada su importancia, debería analizarse con cuidado lo que significa la nueva situación francesa. Antes que nada, la posible implosión del principal partido de la derecha francesa, la UMP. La deriva de Sarkosy –creciente entre las dos vueltas- hacia las posiciones de la extrema derecha puede tener consecuencias gravísimas. En primer lugar parece haber contribuido a la banalización – a la “desdiabolización”- del FN de Marine Le Pen, que incluso parece dispuesta a cambiarle el nombre al partido para hacerlo aún más “aceptable”. Este partido ha sido impulsado por un voto de protesta más fuerte en zonas rurales y periurbanas, que en zonas urbanas (por ejemplo, su voto en París está muy por debajo de la media). Aunque algo suavizado por la hija de Le Pen, sigue siendo un partido de posiciones xenófobas y racistas. Lo malo, es que de cara a las legislativas, algunos del partido de Sarkozy pueden extremar sus posiciones favorables al pacto con ese partido y otros todo lo contrario. Y lo peor es que la fuerza del FN en las presidenciales (17,90% de voto) podría permitir, si se repitieran los resultados, la presencia masiva de candidatos de ese partido en la segunda vuelta (hasta en 359 circunscripciones). Si esto condujera a triangulares (derecha, izquierda y extrema derecha) la mayor parte de esas circunscripciones (47 sobre 79 en 2007) serían probablemente para la izquierda, lo que podría reforzar la tendencia a la ruptura interna de la derecha.

No hay que olvidar, sin embargo, que hay un poso de protesta socioeconómica (el FN fue la primera fuerza en el voto de obraros no cualificados) al que hay que dar respuesta, si se quiere reducir la fuerza populista de ese partido. Es decir, no se trata sólo de extremismo racista y xenófobo, entenderlo así sería un error.

Otro factor de importancia a considerar es el encaje de otras posiciones de izquierda junto al ganador PS. Y muy preferentemente el Frente de Izquierda de Jean Luc Melenchon. Algunos acuerdos previos para la primera vuelta (con apoyo a candidatos comunes en algunas circunscripciones) podrían facilitar los tradicionales desistimientos a favor del candidato más votado en el resto de circunscripciones para la segunda vuelta.

Todo esto no es sólo política interna de Francia; es junto a la fragmentación parlamentaria resultante de las elecciones griegas, a las elecciones anticipadas en Holanda y a las elecciones generales alemanas de 2013, política europea. Y quizás una primera respuesta al gran debate: ¿se puede confrontar a los mercados con una posición europea conjunta?, ¿se puede forzar una política de suavización de la austeridad e impulso del crecimiento a escala europea?, ¿o es ya demasiado tarde y la suma de la inflexibilidad de Merkel y el chantaje de los mercados harán inviable cualquier cambio digno de tal nombre? La respuesta no es una cuestión teórica: afecta como mínimo a cientos de millones de europeos.
Publicado en El Siglo